Entre el Sol y la Luna: El Gran Reloj de la Tradición

INFORMACION24/12/2025
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La mayoría de nosotros estamos acostumbrados a que el calendario civil sea una línea recta y predecible. Sin embargo, la Iglesia Católica opera bajo una maquinaria mucho más compleja: un sistema que entrelaza los ciclos del Sol y de la Luna para organizar su año. Esta dualidad genera una pregunta fascinante: ¿Por qué la Pascua se mueve por el cielo mientras que la Navidad parece anclada en el tiempo?

La respuesta reside en la astronomía antigua. Para calcular la Pascua, la Iglesia utiliza el llamado Ciclo Metónico, un periodo de 19 años en el que las fases lunares vuelven a coincidir con las mismas fechas solares. La regla es clara y puramente astronómica: la Pascua se celebra el domingo posterior a la primera luna llena de primavera. Es una fiesta "nómada" que persigue al satélite plateado por el firmamento.

Por el contrario, la Navidad es una fiesta solar. Se fijó el 25 de diciembre no por un registro histórico exacto, sino por una alineación simbólica con el solsticio de invierno. Mientras que la Luna representa lo cambiante y lo nocturno, el Sol representa la luz que vence a la oscuridad. Al elegir una fecha fija, la tradición buscaba la estabilidad del ciclo solar para marcar el nacimiento de su figura central.

¿Qué pasaría si la Navidad fuera lunar? Si aplicáramos la coherencia astronómica de la Pascua a la Navidad, esta debería celebrarse exactamente nueve meses después de la Luna de Resurrección. Esto nos daría una "Navidad errante" que podría caer a finales de enero. Viviríamos en un mundo donde el árbol de Navidad y el pesebre cambiarían de fecha cada año, obligándonos a mirar las estrellas para saber cuándo celebrar.

Hoy, esta convivencia de ciclos nos recuerda que nuestro calendario es, en esencia, un mapa del cielo. Vivimos entre la fijeza del Sol y el baile de la Luna, un recordatorio de que incluso nuestras tradiciones más profundas están escritas en las estrellas.

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