

Alguien nos dijo una paradoja real e inquietante :”el celular acercó a los lejanos y alejo a los cercanos”.. Pero hay algo más importante aún, que quizás muchos no han advertido en la era del celular y whatsapp..La secuencia es la siguiente,, ¿Qué es vivir?.. Vivir es amar y ¿Qué es amar?.. Amar es compartir y comunicarse.. Compartir requiere presencia y cercanía.. La comunicación requiere la participación de las personas en cambio en la conexión no se requiere la participación. .La conclusión es peligrosa.. Con el celular no estamos comunicados estamos conectados por lo tanto no se puede amar ni vivir a pleno la experiencia vital . .Esta distorsión y esta discapacidad va disminuyendo nuestra calidad de vida , ya que no es lo mismo la pantalla que la realidad. Las emociones adquieren otra dimensión vital en la presencialidad. Para demostrar este aserto por el absurdo damos una comparación extrema que ejemplifica con claridad el problema.. La Nasa tiene programado el viaje a Marte, y dura 20 años de ida y 20 de vuelta.. Hasta hace poco había anotados 200 personas.. Si alguien de 70 años iniciara ese viaje llegaría a los 90 y si vuelve rápido volvería a los 110 años.. Esa persona al volver de Marte se conecta con algún familiar y le dice “Estamos volviendo”, pero en realidad no se verán nunca más.. Esas personas estuvieron conectadas pero nunca estuvieron comunicadas. Esa es la verdadera y gran diferencia entre estar comunicados y estar conectados. Se sabe: toda tecnología modifica nuestro estar en el mundo, lo que somos. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? “¿Google nos está volviendo estúpidos?”. Hoy la conversación social pasa por las redes y se desarrolla bajo las condiciones y los límites que impone su dinámica. .La actual falta de aptitud para el diálogo exhibe una creciente falta de registro del otro. Internet prometía la comunicación total, pero el efecto es el inverso: estamos cada vez más ensimismados, con la atención concentrada en una pantalla que, paradójicamente, no hace otra cosa que disgregarla, enajenándonos de nosotros mismos y de los demás. La endogamia que promueven los algoritmos genera además un progresivo debilitamiento de la capacidad de empatía y, por extensión, de los lazos comunitarios en los que se basa la vida en común.
Hugo Marino