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Champagne en Marbella: otra postal de la cultura del poder

NOTAS PUBLICADAS06/10/2023 Por Luciano Román (fuente LN)
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“No nos importa nada”, parece ser el subtexto de una imagen que habla por sí sola. Y describe, así, una suerte de ideología practicada desde el poder. El “no nos importa nada” no solo remite a la foto de Insaurralde entre langostas y champagne, sino también a un ministro y candidato que reparte plata sin medir las consecuencias, o a una vicepresidenta que arrastra al Senado a vulnerar la Constitución en el intento de reponer a una jueza que responde a ella, o a un Gobierno que, a tres meses de irse, llena al Estado de militantes y parientes a pesar del congelamiento de vacantes y hasta contrata a una numeróloga como asesora en el Banco Nación.Aún los viejos vicios, lucen exacerbados. Ya ni siquiera se apela a la simulación ni al cinismo. Tampoco se espera a que terminen las campañas para viajar a Marbella. Es como si se hubiera ingresado en una fase de obscenidad explícita y desinhibida, en la que la desconexión entre el poder y la sociedad ni siquiera se cubre con maquillaje.
La de Insaurralde en Marbella es una de esas fotos que pintan una época y desnudan la ética del poder. Está llamada a integrar un mismo álbum junto a la imagen del festejo en Olivos en plena cuarentena, o la del gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, repartiendo billetes en barriadas humildes de la capital provincial. Son las últimas páginas de un álbum en el que también aparecen aquellas imágenes de López revoleando bolsos en el convento, las del hijo de Lázaro Báez contando dólares en La Rosadita o las de las anotaciones en letra cursiva de los cuadernos de Oscar Centeno. Todas trazan un “mapa federal” de un sistema carcomido por los vicios de la corrupción, la demagogia y los abusos de poder.Hay que mirar de cerca la foto del yate para leer su simbología: al funcionario se lo ve de espaldas al paisaje, mirándose en el espejo de su propio disfrute personal, en una burbuja completamente alejada de la realidad, y en un alarde de indiferencia frente a las consecuencias de sus actos. Que el nombre del barco sea “Bandido” es solo un dato anecdótico que subraya los rasgos de un exhibicionismo explícito y aporta, de un modo casi bizarro, un eslogan a la ideología del poder: “No nos importa nada”.

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